Christ on the Cross

Aislado sobre una montaña, un Cristo demacrado y atormentado domina un paisaje casi vacío. En un camino que conduce a la ciudad amurallada de Jerusalén, los jinetes pasan por el cerro de ejecución, literalmente dándole la espalda a Cristo. El uso de colores dramáticos y proporciones exageradas de El Greco distorsiona la figura, transmitiendo el momento trascendente cuando Cristo sublimó su dolor físico y encomendaba su espíritu a Dios. Al volver los ojos hacia el cielo, Cristo aparta la mirada de los huesos y cráneos que yacen a sus pies, representativos de su triunfo sobre la muerte. La luz juega a través de su forma ondulante, iluminando su cuerpo torturado contra el fondo oscuro. Para aumentar la empatía entre el espectador y Cristo, la figura alargada pero elegante aparece sola. Esta imagen privada y devocional estaba destinada a fomentar la contemplación y la reflexión espiritual. Pocas pinturas de El Greco se pueden atribuir enteramente al artista mismo, más que a su taller. Los estudiosos concluyen que el manejo audaz de la pintura en este lienzo, que incluye contornos ondulantes y trazos vigorosos, confirma que El Greco lo pintó él mismo. Comprado por una familia española en un mercado de pulgas alrededor de 1950, permaneció en su poder hasta hace poco.